Comentario
Las esculturas en bulto redondo, como el muy conocido Niño Huaxteco, cuya espalda, rostro y brazos se decoraron con finos relieves, y las figuras de apoteosis como las de Runcayab y la imaginería dual, dan fe de la maestría alcanzada por los artistas del noroeste de Mesoamérica en el trabajo de una piedra que, por otra parte, era relativamente fácil de trabajar. En sus obras alcanzaron altos niveles de abstracción geométrica en un arte que, no obstante, se adaptó bastante a las características físicas de las piedras en forma de losa.
La decadencia de Monte Albán y de otros centros que florecieron a finales del Clásico, como Lambityeco, permitió que a inicios del Postclásico dos asentamientos, Mitla y Yagul, integraran social, religiosa y políticamente a las comunidades del valle de Oaxaca. Mitla, término derivado del nahua Mictlan (Lugar de Muerte), fue conocido por los zapotecos con el nombre de Lyobaa (Lugar de Descanso). El centro se fundó a finales del Formativo Medio, y después del siglo VIII se distribuyó a lo largo de cinco grupos principales dispuestos en torno a patios rehundidos y rodeados de aposentos. Tales recintos, como en el Grupo de las Columnas, comprenden diversos vestíbulos emplazados sobre plataformas de adobe y piedra que se revisten de estuco, disponiéndose en ocasiones a diversas alturas, en cuadrángulos similares a los existentes en Yucatán.
La decoración característica es de mosaico colocada sobre los frisos para formar diseños de greca escalonada, una estilización de la serpiente. Este mismo diseño es frecuente en códices mixtecos y tumbas, manteniendo también fuertes semejanzas con los centros del Yucatán. Los motivos decorativos, similares a los colocados en textiles, pueden hacer referencia a linajes particulares que ocupaban los palacios. La disposición horizontal de los edificios y la decoración, el estilo geométrico con que fue compuesta y los arremetidos y salientes con que fueron decorados los muros, reproducen una alternancia de luces y sombras muy característica de estos edificios de finales del Clásico.
El sitio de Yagul continuó la tradición de construcción de tumbas iniciada en el valle de Oaxaca desde tiempos de Monte Albán, y así en el llamado Palacio de los Seis Patios se construyeron 30 tumbas subterráneas con estructuras cruciformes, antecámaras y losas megalíticas en las que se superponen elementos mixteco-zapotecos.
En el norte del valle, y a partir del Clásico, en toda la cuenca tiene un gran florecimiento la cultura mixteca. Sus artistas y artesanos alcanzaron una merecida fama a lo largo del Postclásico, capitalizando un arte que podríamos denominar internacional, a juzgar por su aceptación en el resto de los grandes centros de Mesoamérica, y patrocinando un estilo que se conoce como Mixteca-Puebla. Seguramente originado en esta última región, tal vez incluso impulsado por Cholula, no sólo tuvo una proyección internacional, sino también en los propios centros regionales de la Mixteca: Tilantongo, Coixtlahuaca, Tlaxiaco, y Yanhuitlan, y en los antiguos asentamientos zapotecos, algunos de los cuales fueron utilizados como lugar de culto y de enterramiento como el propio Monte Albán.
Este arte Mixteca-Puebla aparece desde Tizatlan hasta Santa Rita Corozal (Belice) y Tulum (costa del Caribe); con él se extiende por Mesoamérica el culto de dioses como Tezcatlipoca y Tlahuiz canpantecuhtli, y tiene también una importancia histórica de primera magnitud.
El arte mixteca no eligió como medio de comunicación la escultura monumental, como lo habían hecho los olmecas y más tarde habrían de hacerlo los mexica, e incluso, se encontraba en las tradiciones zapotecas desde el Formativo; más bien sus manifestaciones más notorias se ejecutaron en grandes murales pintados, cerámica polícroma y el arte mobiliar. Relieves en madera, hueso, máscaras de mosaico de turquesa y piedra reflejan estilísticamente los patrones de los manuscritos. También la metalurgia que mediante oro y cobre trabajados a la cera perdida, repujado y martillado, sirvió para hacer objetos en forma de azuelas, hachas, escudos, punzones, cascabeles, collares, pulseras y demás. Lo mismo sucede con las piedras duras como el alabastro, tecalli, ópalo, amatista, ámbar y el jade, o con materiales delicados como perlas, concha y coral.
De singular importancia resultan los códices, libros manuscritos con signos pictográficos y logográficos que fueron confeccionados en piel de venado, pintados en colores muy vivos y cubiertos por una fina capa de estuco con el fin de preservar la información. Contienen genealogías y registros históricos combinados con una documentación muy abundante que se refiere a la religión, a la adivinación mediante cálculos astronómicos y al mundo intelectual mixteco; en una composición y diseños claramente emparentada con la cerámica y el arte mural que se expandió rápidamente por las principales ciudades de Mesoamérica a lo largo del Postclásico Tardío. Códices como los denominados Vindobonensis, Nuttall, Bodeley, Selden, Colombino, de Viena, o los Lienzos de Zacatepeque y los mapas de Teozacualco y Rickards, documentan el interés desplegado por los señores mixtecos en los registros históricos.